domingo, 30 de noviembre de 2014

El "Colomenc" en el Camino del Norte

Del 2 al 9 de agosto cuatro compañeros y amigos del Club iniciamos el Camino de Santiago del Norte en el medio de transporte que más nos gusta: la bicicleta. En concreto nuestro objetivo era cubrir los 550 kilómetros que separan las ciudades de Irún hasta Oviedo.

Y hasta allí nos fuimos en tren con nuestras bicicletas desmontadas y bien empaquetadas para que cogieran en el vagón y no molestaran al resto de pasajeros. Por cierto, Sr. RENFE, ¿para cuando un vagón preparado para cargar bicicletas? 


Al llegar a la estación de Irún montamos nuestras bicicletas, menos mal que Javi es un manitas y las montamos rápido, cargamos nuestro equipaje y ¡listos para comenzar el viaje! Bueno... casi listos, porque a un compañero manazas le dio por rajar la cubierta de una rueda al desembalar la bici. No diremos nombre, lo importante es que solucionamos el pequeño contratiempo en un tiempo record.


De Irún nos fuimos para Donosti y allí pasamos la primera de las noches.


Pero no todo iba a ser dar pedales, así que nos fuimos a conocer la ciudad, que es espectacular, y a reponer fuerzas a un restaurante doblemente espectacular. Menudos chuletones nos metimos entre pecho y espalda, acompañados de tomates de la huerta, pimientos del padrón y buen vino.


Al día siguiente queríamos visitar el "Peine del Viento" obra del genial Eduardo Chillida, situado al final de la playa de Ondarreta y a los pies del Monte Igeldo. 


Y al llegar a Zarautz pasamos a ver a nuestro amigo Karlos Arguiñano. No pudimos más que hacernos unas fotos en la puerta, porque no era plan de entrar a un sitio tan elegante sudoroso y vestido de ciclista, pero la próxima vez que pasemos por allí pararemos a comer, que por la pinta que tiene el sitio uno deduce que se tiene que comer "rico, rico".


Los paisajes por los que discurre el camino y el contraste de sus colores es algo espectacular. No sabríamos con cuál quedarnos: Euskadi, Cantabria o Asturias.


Lo único que necesita mejorar este camino con respecto al Camino Francés son los albergues, porque hay muy pocos, y la señalización, porque es muy fácil perderse.

La segunda de las noches la pasamos en el Albergue Ziortza Beitia, en la localidad de Ziortza - Bolibar, justo a 200 metros del Monasterio de Zenarruza, un paraje con mucho encanto donde nos trataron fenomenal. 


Y fue justamente bajando desde el Monasterio donde nos pusimos de barro hasta las rodillas debido a que la noche anterior había estado lloviendo sin parar.


Pero como se suele decir, "al mal tiempo buena cara", así que después de lavarnos en una fuente, no sin antes, con razón, llevarnos la charla de una vecina del pueblo por dejar todo lleno de barro, nos pusimos a almorzar para recuperar fuerzas. ¡Si no fuera por estos momentos! 


Que buenos almuerzos nos pegábamos, siempre de la mano de nuestra amiga la "bota". Aquí parecemos la "banda del Tempranillo"


Con mucho esfuerzo llegamos a Bilbao donde hicimos noche a las afueras, en concreto en Portugalete


Si tuviéramos que describir el camino a su paso por Euskadi utilizaríamos las palabras "bellísimo" y "durísimo", ¡madre mía que repechones! Por esta razón nos alegramos mucho de llegar a Cantabria, tierra igual de bella pero con un poquito menos de pendiente.


Menos mal que en el grupo había dos compañeros que sabían interpretar mapas perfectamente (aquí los vemos en acción) porque gracias a ellos no nos perdimos ni una sola vez. Bueno... gracias a ellos y al GPS de Garmin que llevábamos en dos bicicletas. 


Muchas cosas a destacar, pero sobre todo Castro Urdinales, todo un descubrimiento, ciudad de veraneo muy familiar. Esta foto nos la hizo la hija de un jugador de fútbol nacido en Asturias y que jugó en el Barça, ¿adivináis de quién se trata?


Dicen que el norte no es como el mediterráneo, que allí incluso en Agosto hace fresquito, pero a nosotros nos ha tenido que coger el verano más caluroso del siglo, ¡vaya calores! Menos mal que siempre encontrábamos alguna fuente donde poder refrescarnos.


Y aquí estamos esperando el primero de los barcos que tuvimos que utilizar. Éste en concreto lo cogimos para que nos llevara de Laredo hasta Santoña. ¡Ni que decir que nos intentaron vender anchoas en el mismo barco!  


En esta fotografía vemos al "Capitán Pescanova", siempre atento en alta mar para evitar cualquier percance que le pudiera ocurrir a la embarcación.

Y de allí hasta Galizano, a unos 10 kilómetros de Santander, donde paramos a dormir porque ya se nos estaba haciendo de noche. 


Al día siguiente nos plantamos en Santillana del Mar, a la que llaman la "villa de las tres mentiras" porque ni es santa, ni llana ni tiene mar. Lo que sí es cierto es que se trata de un municipio precioso en el que merece la pena detenerse y callejerar un poco para conocerlo. Gabriel hizo amistad con este señor (Gabriel es el de amarillo). 


Ya en Comillas conocimos a este otro señor, según él arquitecto de "El Capricho de Gaudí". No hablaba mucho pero disfrutamos de lo lindo viendo su casa. Si pasáis cerca, sin duda pasad a verla porque merece mucho la pena. 


Y de allí hasta San Vicente de la Barquera donde hicimos noche. Una cosa que nos sorprendió mucho fue su playa o más bien su marea. Llegamos con la intención de darnos un baño, así que planeamos coger alojamiento cerca de la playa e ir a bañarnos caminando, pero la marea en esta zona es algo asombroso. 

Hasta tal punto el agua huyó de nosotros ¡que tuvimos que ir a su encuentro en bicicleta! Bueno todos menos yo... que me quedé durmiendo. ¡Estaba yo para paseitos en la orilla del mar!


Al día siguiente pusimos rubo a Ribadesella, pero justo antes de entrar en el municipio de Llanes descubrimos este hermoso lugar, la unión del Río Purón y el Mar Cantábrico, y como es normal no pudimos resistir la tentación de bañarnos en él. ¡Qué fresquita estaba el agua!





Ya en Oviedo, duchaditos y felices por haber llegado a nuestro destino, nos dispusimos a terminar nuestra aventura del mismo modo que la comenzamos: comiéndonos un chuletón y bebiéndonos un buen vino, que por algo somos de Santa Coloma y del "Colomenc", ¡cojons!


Así que, como dijo el poeta, "caminante no hay camino, se hace camino al andar", o mejor aún, al montar en bicicleta. El camino continua, y el nuestro en particular, esperamos acabarlo próximamente.